Algunas personas no son capaces de tolerar la más mínima molestia, contratiempo o demora en la satisfacción de sus deseos y no soportan ningún sentimiento o circunstancia desagradable. Es decir, no toleran el hecho de sentirse frustrados. El tener una baja tolerancia a la frustración provoca irritación o sentimientos de depresión cuando no se obtiene lo que se desea o las personas no se comportan como queremos. Es usual que las personas que no toleran la frustración se rijan por el perfeccionismo, porque fantasean con un mundo ideal y perfecto, donde las cosas y personas son como ellas creen que deberían ser, cayendo en extrema rigidez e inflexibilidad en su forma de pensar y de ser. Los psicoterapeutas Aaron Beck y Albert Ellis, afirman que el perfeccionismo incluye altas expectativas, así como “deberías” impuestos a sí mismo y a los demás. Añaden que existen varias distorsiones del pensamiento, como el “leer las mentes de los demás” o el “adivinar,” que resultan bastante perjudiciales para la interacción sana entre los seres humanos.
Aunque este comportamiento puede ser más frecuente en niños, también se da en mayor o menor medida en los adultos, quienes consideran que sus propias necesidades están por encima de cualquier otra cosa o persona, incluidas las leyes o las normas sociales. No soportan que las cosas no salgan como ellos quieren, cometer un error es algo terrible, fracasar inadmisible, que llueva durante su día de campamento es una injusticia que no debería suceder nunca, ser rechazado, no conseguir el trabajo deseado, no lograr un ascenso, que los demás no se comporten del modo apropiado o que uno quiere. Todas esas cosas que a las personas con adecuada tolerancia a la frustración les resultan simplemente molestas, inconvenientes o desagradables, para ellos son como verdaderas catástrofes.
Como expresa el psicólogo cognitivo Albert Ellis: “Mientras que la persona menos perturbada desea firmemente lo que quiere y lo siente de forma apropiada y se molesta si sus deseos no quedan satisfechos, la persona más perturbada exige, insiste, impera u ordena dogmáticamente que sus deseos se satisfagan y se pone exageradamente angustiado, deprimido u hostil cuando no quedan satisfechos”, llegando a expresarlo con gritos, golpes o conductas agresivas.
Por supuesto, si alguien ve las cosas de este modo, no es extraño que sea una persona impulsiva, pues hacen lo que desean en el mismo momento en que ese deseo aparece en su mente sin ser capaces de soportar la espera. Si quieren algo, lo quieren ya. Por este motivo, la baja tolerancia a la frustración suele estar presente en problemas relacionados con la dificultad en el control de los impulsos, como adicciones, juego patológico, compra compulsiva, cleptomanía, piromanía, etc.
Por otro lado, si la baja de tolerancia a la frustración se ha convertido en una característica de nuestra forma de ser, convendría reconocerla como propia y comenzar a cambiar la creencia de que afuera está el problema, a fin de sustituir creencias irracionales que están saboteando nuestros mejores esfuerzos. Despojarse del perfeccionismo y los deberías, permitirá que la persona sea más flexible, menos rígida consigo misma y menos exigente con los demás.